Operación Cóndor: pacto criminal (VII y final)


Por. Stella Calloni

(Fragmento)[1]

La política de impunidad no fue un hecho aislado, sino que aseguró una  política de terror por medio de la cual América Latina fue “preparada” para imponer una dictadura global sin precedentes.

En el libro Conexión latina –la historia del narcotráfico en Paraguay– los periodistas Nicholas Horrock y Evert Clark investigaron sobre una red de narcotráfico con conexiones que involucraban a un grupo de franceses excolaboradores de la Gestapo nazi durante la Segunda Guerra Mundial, con funcionarios policiales, militares y aduaneros de distintos países.

Para atrapar al grupo se montó un plan –a todas luces ilegal– que se llamó “Operación Cóndor”. Sus características fueron idénticas a lo que después fue aplicado en los planes políticos de la Seguridad Nacional de Estados Unidos y que llevó, bajo ese mismo nombre, a la imposición del terrorismo de Estado en América Latina.

Los elementos claves de aquella “Operación Cóndor” significaban la ilegalidad –tal como la aplicada por las dictaduras en el plano político– ya que recurría a la utilización de grupos de seguridad, policiales y militares de América Latina para seguimientos, controles telefónicos, de correos, familiares, deslices sexuales e intercambiándose datos confidenciales.

Pero, fundamentalmente, implicó la posibilidad de trasladar a detenidos de un país a otro, sin presentación judicial previa ni autorización legal alguna, someterlos a torturas, e incluso, trasladarlos a Estados Unidos.

El presidente Richard Nixon se basó entonces en la constatación realizada por instituciones de inteligencia en 1971, de que alrededor del 10% de los soldados en Vietnam consumían heroína, por lo que declaró la adicción a esta droga como “el enemigo público número uno”. Fue un buen argumento, ya que la causa parecía honorable, pero sirvió para afianzar lazos ilegales con los mayores corruptos de la región, a la vez que extender agentes y tropas, justificando dicho accionar ante el Congreso.

Durante la aplicación de la “Operación Cóndor” contra el narcotráfico, policías y militares de distintos países de América Latina fueron entrenados por los asesores estadounidenses de la Oficina de Estupefacientes y recibieron instrucción de primera mano sobre estas operaciones ilegales.

¿Hay cifras exactas del genocidio?

Podemos llegar a la conclusión de que más de cuatrocientos mil latinoamericanos fueron víctimas de una política de Estado terrorista, cuya base estuvo diseñada en Washington. A estas cifras hay que agregar la tragedia de Colombia, país que desde el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, y aun antes, desde la Guerra de los Mil Días, las huelgas bananeras y la serie de gobiernos aparentemente democráticos, que desarrollaban un terrorismo de Estado, especialmente después de los años sesenta, los muertos por la violencia suman más de 800.000, con cifras de desaparecidos que superarían los 200.000.

Los Archivos del Paraguay abrieron una pequeña esperanza hacia la verdad. Revelaron el esquema de la “guerra sucia”, la política exterior de Washington en carne viva y los alcances de la “Operación Cóndor”,una coordinadora de las dictaduras para perseguir, asesinar y torturar a disidentes políticos, sin fronteras de contención alguna.

Periodistas estadounidenses y de otros países que investigaron estos hechos accedieron a algunos documentos secretos, que luego en cifra superior a los 5800 Estados Unidos desclasificaría en 1999, sí con enormes tachaduras en negro, para evitar los párrafos donde aparecía no solo su complicidad sino su autoría intelectual en el genocidio del Cono Sur.

En ellos queda plenamente demostrada la complicidad y responsabilidad de la CIA estadounidense y de personajes de ese país en el genocidio, como son los casos del expresidente George Bush y el ex secretario de Estado Henry Kissinger, entre otros.

Algunos documentos llegan incluso a demostrar cómo la propia CIA había advertido sobre un “baño de sangre” si se realizaba el golpe militar, tal como sucedió en septiembre de 1973 en Chile, pese a lo cual tanto el entonces presidente Richard Nixon como Kissinger, no dudaron en apoyarlo.

Ninguno de los informes sobre los crímenes, que algunos funcionarios norteamericanos  enviaron de buena fe, sirvió para que Washington detuviera la orgía de terror y el baño de sangre que implicó la “Operación Cóndor”en América Latina.


[1] Tomado de: Operación Cóndor, pacto criminal. Fundación Editorial El perro y la rana, 2016. Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio, Caracas – Venezuela, 1010.

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