Operación Cóndor: pacto criminal (IV)


Por. Stella Calloni

(Fragmento)1

William Colby: hombre clave de Washington

El 25 de octubre de 1974, William Colby, en ese entonces director de la CIA, declaró ante el Congreso que Estados Unidos “tiene derecho a actuar ilegalmente en cualquier región del mundo, acumular investigaciones en los demás países y hasta llevar a cabo operaciones tales como la intromisión en los asuntos internos chilenos”.

No es casual que Colby esté presente en el escenario cuando en 1966 puso en práctica en Vietnam la llamada Operación Fénix, que significó la creación de bandas paramilitares y terroristas protagonistas de miles de asesinatos en distintos lugares de esa región.

La aventura de Washington en Vietnam es conocida como la Guerra Sucia. Pero sería más exacto llamarla como terrorismo internacional sin precedentes, porque el papel rector en ella correspondía a los Servicios Secretos de Estados Unidos, la Inteligencia del Pentágono y la CIA. Ellos llevaban a cabo en Vietnam un amplio programa de operaciones secretas que incluía la violencia total: desde actos terroristas, subversión y sabotaje hasta el exterminio masivo de representantes de la oposición política en Vietnam del Sur.

La historia de Colby es básica para entender lo que fue Cóndor y sus antecedentes, desde la Guerra de Vietnam pasando por los ejércitos secretos de la Organización del Atlántico Norte. No es desmesurado tampoco recordar que en 1963 Colby había sido titular de la División Lejano Oriente de la CIA, responsable de coordinar la producción de narcóticos en el Cono Sur en los inicios de los sesenta.

Entre los hechos graves que el ensayista argentino G. Mardones destaca como prueba del genocidio mediante la guerra secreta estadounidense en el Sudeste Asiático, con la participación de la CIA, se encuentra el golpe de Estado en Indonesia, cuyo resultado fue la destitución del presidente Sukarno y el llamado “Programa Fénix”. Hay que recordar que este presidente había llevado adelante planes de desarrollo de corte nacionalista, tratando de mejorar el nivel de vida de millones de pobres. Entre sus medidas más importantes estuvo la nacionalización del petróleo –en manos de la anglo-holandesa Royal Dutch-Shell– en 1965.

En octubre de ese mismo año, con la participación –plenamente aceptada hoy en día– de la CIA estadounidense y compañías transnacionales, se produjo un golpe liderado por Suharto, dejando como saldo 1 millón de muertos y más de 200.000 prisioneros políticos sobre los cuales se experimentaron métodos de tortura que luego se aplicaron en nuestros países.

El “Programa Fénix” continuó lo que se llamó la línea de “pacificación” de las aldeas survietnamitas, aplicada a partir de 1966 desde la sede de la CIA en Langley, bajo el control, precisamente, del entonces subdirector, William Colby. Para esta llamada “pacificación” se formaron grupos llamados “pelotones de exploración provincial” integrados por efectivos de unidades survietnamitas irregulares, que realizaban operaciones punitivas en los poblados.

En realidad estos pelotones eran “bandas ultraderechistas que estaban apoyadas por cuarenta y cuatro centros de investigación” provinciales –uno en cada provincia–, “cuyo personal torturaba de manera sistemática a compatriotas sospechosos”. William Colby consideró que esto era “insuficiente” y entonces trazó el llamado Programa u “Operación Fénix”.

En este participaban los cuerpos policiales, los servicios de información y unidades militares survietnamitas y estadounidenses. En 1971 Colby reconoció ante la comisión del Congreso de Estados Unidos, que mediante este programa se mató a 20.587 sospechosos. Y según el gobierno de Saigón, el número de muertos fue de 40.994. Pero sea cual fuere la cifra real, nadie puede negar que 20.000 muertos es también genocidio.

Además, el empleo en gran escala de napalm, fósforo blanco, granadas de fragmentación, lanzallamas y otras armas reglamentarias en las fuerzas armadas de Estados Unidos y sus aliados survietnamitas contra la población civil, son asimismo actos de genocidio. El Programa Fénix puede ser catalogado sin duda entre los casos de “crueldad injustificada”…como si pudiera darse algún caso de “crueldad justificada”. Se comprobó que Colby era quien decidía las “cuotas mensuales obligatorias de exterminio de población civil” y se admitía la participación activa de unidades estadounidenses en el crimen.

La revista estadounidense Counter Spy publicó un artículo severamente crítico de los “trabajos sucios” de la CIA y un pequeño reportaje a un soldado norteamericano. Se le preguntó a este si al “interrogar a los prisioneros arrestados en Vietnam se les imponían torturas con empleo del teléfono de campaña”. “Respuesta: Sí, Practiqué este método en varios casos. Lo hacían también todos los que se dedicaban a los interrogatorios en Vietnam”.

De los dieciocho testimonios que mencionó la revista, hay varios referidos a los interrogatorios usados por los soldados estadounidenses. Además de la descripción de los tormentos se analizaron las otras participaciones de la CIA. Una característica peculiar del modo de operar de este organismo consistía en la “cooperación estrecha con las fuerzas represivas internas locales”, lo que permitía realizar acciones tales como las escuchas telefónicas, censura de correspondencia, el intercambio de listas de las personas que viajarán al extranjero y listas de huéspedes de los hoteles.

Cuando Colby se presentó ante el Congreso, en las audiencias del Senado que fueron publicadas en el libro Los expedientes de la CIA, sostuvo por una parte que sus acciones tenían el visto bueno del gobierno de Estados Unidos, del presidente del país, del Consejo de Seguridad Nacional y además que el Congreso estaba informado de esto.

Más adelante dijo: yo personalmente no he matado a nadie (risas de los presentes). El Programa Fénix era parte del programa general de “pacificación”, realizado por el gobierno de Vietnam y que incluía también otros varios componentes como la creación de las fuerzas de seguridad locales para defender las aldeas o la distribución de armas entre los voluntarios de los grupos de autodefensa, lo que en mi opinión era un paso audaz que es poco probable que se hayan atrevido a dar los gobiernos de muchos países.

Y continuó con el mismo cinismo: En más de dos años y medio de realización del Programa Fénix, fueron capturadas 29.000 personas, convertidas en traidores 17.000, y muertas 20.500. El 87% de las muertes fue ocasionado por unidades regulares y paramilitares y solo el 13% por la policía y servicios análogos

Esta misma operación fue la que se llevó luego a Chile, donde se concentró el mayor comando de la CIA para los años setenta, después del derrocamiento de Salvador Allende. La operación subversiva más importante de la CIA fue sin duda su participación activa en la organización y realización del golpe militar fascista en Chile.

Allí se aplicó todo aquello que Colby consideraba “lo más avanzado” en materia de operaciones secretas y criminales. Lo cierto es que en 1974 comenzó la ronda más “espectacular” de la muerte, por la trascendencia política de las víctimas. El 30 de septiembre de 1974, el general chileno Carlos Prats –quien había sido ministro de Defensa de Allende, entre otros cargos– estaba asilado en Argentina, y junto a su esposa, Sofía Cuthbert, fueron asesinados en Buenos Aires. Una bomba estalló debajo de su automóvil cuando regresaba de una reunión con amigos.

Fue una señal temible…

1 Tomado de: Operación Cóndor, pacto criminal. Fundación Editorial El perro y la rana, 2016. Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio, Caracas – Venezuela, 1010.

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