Por. Gerardo Hernández Nordelo
Nunca podré olvidar el día en que tuve por primera vez en mis manos unos viejos ejemplares de “Bohemia” publicados poco tiempo después del triunfo de la Revolución. En las páginas de la revista se denunciaban los crímenes cometidos por la dictadura de Batista, y las fotografías eran las más espeluznantes que había visto en la vida: jóvenes acribillados a balazos, cuerpos mutilados, espaldas de personas torturadas que conservarían para siempre las cicatrices de los golpes y quemaduras, artefactos empleados para sacar uñas, para machucar dedos, para aplicar corriente eléctrica en los órganos genitales.
Mi inocencia infantil me impedía entender que actos tan horrendos podían ser cometidos por seres humanos. Lejos estaba de imaginar que años más tarde, cuando cumplíamos nuestra misión en La Florida tendríamos la desagradable experiencia de ver y escuchar a alguno de aquellos asesinos y a otros tan despreciables como ellos.
Los autores de tales atrocidades fueron recibidos, protegidos y convertidos en “héroes” en Miami, de la misma manera en que han convertido en “combatientes anticastristas” o “luchadores por la libertad” a cuanto criminal y terrorista anticubano ha llegado a EE.UU.
Por increíble que resulte, en la prensa de La Florida, principalmente en ciertas estaciones de radio, estas personas describen con orgullo sus hazañas pasadas y sus planes futuros. Para ellos la cuba pre-revolucionaria era “el paraíso” al que sueñan regresar algún día. Muchos se declaran abiertamente batistianos, y proclaman sin pudor que necesitarán “ mano dura” para “meter por el aro a los castristas”, para recuperar sus lujosas propiedades y poder ejercer los puestos gubernamentales que más de una vez se ha repartido.
Algunos de estos individuos que escaparon al brazo de la justicia vivieron placenteramente hasta el último de sus días. Para ellos el único castigo fue no poder regresar al país de sus desmanes y el haber tenido que sufrir, día a día, la supervivencia y el desarrollo de nuestro proceso revolucionario. Otros asesinos y terroristas aun gozan a impunidad con que sucesivas administraciones norteamericanas los han amparado, a pesar de que no pocos de sus crímenes han sido perpetrados en territorio de EE.UU.
Muchos norteamericanos, y personas de otras nacionalidades residentes en Miami, se horrorizarían si supieran quien es el “viejito” que se le sienta al lado en la consulta de un médico, o el otro sujeto, no tan mayor, con quien coinciden en el mercado, o el personaje público, con cara de inocente y disfraz humanitario, a quien ven siempre en las noticias…pero ahí están y nadie los molesta. Son huéspedes “ilustres” del mismo país que acusa a Cuba de albergar a terroristas.
Mientras tanto, en nuestra patria, no son pocas las familias que recuerdan con dolor a sus seres queridos asesinados y reclaman la justicia que se les niega.
Prisión Federal de Victorville, California. Enero 12, 2005.
Fuente consultada:
- Gerardo Hernández Nordelo. Prólogo a: “Welcome Home; torturadores, asesinos y terroristas refugiados en EE.UU”. Editorial Capitán San Luis. La Habana, Cuba, 2005.
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