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Centroamérica en Martí. (IV)


Honduras; vocación de confianza y fe.

Por. Gustavo Robreño Díaz.

Los vínculos entre Cuba y Honduras datan de cuándo aún la mayor de las Antillas era el último baluarte de la corona española en América.

Durante todo el período insurreccional en la Isla (1868-1898), Honduras fue refugio permanente para numerosos cubanos expulsados de su patria por conspirar contra el poder colonial.

Es así que en agosto de 1878, ante el ambiente político adverso que imperaba en Guatemala, donde se había establecido desde abril del año anterior, José Martí cede al reclamo de familiares y amigos, cuando opta por emprender –a través de Honduras– su retorno a Cuba.

En carta a su entrañable amigo mexicano Manuel Mercado, fechada en Guatemala el 20 de abril de 1878, el prócer cubano ya manifiesta su decisión de no continuar en ese país y la intención de ir a trabajar a Honduras.

Al respecto comenta a Mercado “…Hablaré al ministro de Honduras, hombre civil, joven y de letras, que está ahora aquí; si me ofrece, enseñando, un medio de vivir, iré a Honduras, por ser barata la tierra, y para mi heroica Carmen, más corto y más cómodo el viaje…”

Se refería en esos términos a su esposa, la joven cubana Carmen Zayas Bazán, con la que había contraído matrimonio en México el 20 de diciembre de 1877 y quien para esos momentos se encontraba en avanzado estado de gestación.

LA REPÚBLICA QUE ENCANTÓ A MARTÍ.

Pocos detalles han trascendido sobre su estancia en Honduras. Sin embargo, de acuerdo con el fecundo investigador cubano Froilán González, Martí llegó a esa nación –procedente de Guatemala– a través del fronterizo municipio de San Marcos, en el occidental departamento de Ocotepeque.

De acuerdo con esa propia investigación, se detuvo en la hacienda “La Herradura”, propiedad de la familia del joven Cándido Mejía, quien había sido alumno suyo en la Escuela Normal de Varones de Guatemala. Quizás uno de aquellos que, maravillado por su fecunda oratoria, lo llamó “doctor torrente

De allí la joven pareja debió continuar viaje hasta la capital del país donde, según el historiador cubano Ibrahim Hidalgo Paz en su bien documentada obra “José Martí. 1853-1895. Cronología”, permanecieron apenas dos meses, antes de continuar viaje rumbo a la costa atlántica hondureña.

Precisa Hidalgo Paz que llegaron a Tegucigalpa en los primeros días de julio de 1878 y zarparon el 28 de agosto desde Puerto Trujillo en el vapor “Nuevo Barcelona”, con destino a la Habana.

Considera el autor que es probable fueran atendidos durante su estancia en Honduras por el poeta y patriota cubano, José Joaquín Palma, quién residía por ese entonces en ese país.

A pesar de los pocos días que permaneció en tierra hondureña, Martí constató que en ese país centroamericano se impulsaban relevantes proyectos modernizadores.

Eran los años de la reforma liberal centroamericana y Honduras no era la excepción. Durante el gobierno de Marco Aurelio Soto (1876-1883), el país  vive uno de los periodos de mayor desarrollo político, económico e intelectual.

De modo general se impulsó la mejora de caminos públicos, la construcción de una parte de la importante carretera del sur de la república, el inicio del tendido de líneas telegráficas y establecimiento del servicio de Correos.

Se acometió la reconstrucción del vetusto ferrocarril entre Puerto Cortés y Pimienta; la implementación de programas agrícolas, ganaderos y mineros; así como de reorganización fiscal e incremento de las exportaciones.

Entraron en vigor nuevos Códigos Civil y Penal, renovadas leyes de Comercio, de Minería, de Aduana, de Tribunales, de Organización Militar, de Ordenanza Militar, un nuevo Código de Instrucción Pública, a la vez que se declaró el español como idioma oficial.

A ello debe agregarse la fundación de la Biblioteca Nacional, del Archivo Nacional y de la Dirección General de Estadísticas

UN PUEBLO GENEROSO.

La alta estima en que Martí tenía al presidente Marco Aurelio Soto descansaba, además, en el hecho de que el mandatario hondureño había dado refugio a un importante número de patriotas cubanos, durante y al término de la primera contienda por la independencia de la Isla.

A ello se refirió en altruista reflexión el apóstol de la Independencia cubana: “…Allá por 1878, el mundo se puso oscuro para mucho hombre valiente, y mucho peleador salió a la mar sin más ropa que la que llevaba de limosna, ni más baúl que su amargura…”

Y precisaba: «…Así andaban los héroes por la tierra, y un hombre amigo abrió, muy anchos, sus brazos de presidente, y acogió en ellos a los americanos infortunados. Fue Marco Aurelio Soto, que presidía entonces a Honduras…»

A pesar del poco tiempo que permaneció en ese país, la huella que dejó Honduras en Martí perduró toda su breve pero fecunda vida. En más de una ocasión, años después, hizo patente su indeleble recuerdo por la tierra de Francisco Morazán.

En junio de 1884, por ejemplo, en el periódico “La América”, de Nueva York, publicó su artículo «La Escuela de Artes y Oficios de Honduras», en que elogia la iniciativa del gobierno de esa nación de establecer una escuela para “habituar a los hombres a crear”

Posteriormente, en 1886, Martí fue desde Nueva York colaborador del periódico hondureño “La República”, en el que se publicaron entre los meses de julio y agosto de ese año al menos dos artículos suyos, que aparecen recogidos en sus “Obras Completas”.

Precisamente en carta al Director de ese diario, fechada en julio de 1886, le aseguraba que estimaba un “valioso privilegio” escribir para una publicación que pudiera ser de utilidad “…en ese gallardo país hondureño, del que no digo aquí cuanto me nace para él filialmente del alma…”

Prueba de que su admiración por ese país centroamericano le acompañó siempre, es que el 15 de diciembre de 1894 –solo seis meses antes de su caída en combate– el periódico Patria, órgano del Partido Revolucionario Cubano, publicó su trabajo “Honduras y los extranjeros”.

En él alertaba al generoso pueblo hondureño y sus gobernantes de no abrir sin control las puertas del país “…a la gente rubia que con la fama del progreso viene del norte (…) buscavidas y ladrones (…) sin dinero en la bolsa ni amistad en el corazón…” 

Así de imborrable fue la huella que Honduras dejó en el más universal de todos los cubanos, que en proféticas palabras aseguró que se trataba de  “…un pueblo generoso (…) en que se debe tener fe…».

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